Desde pequeño, busqué en los paisajes un descanso para la mente, un mundo imaginario en el cual inventaba cada día una nueva historia. Al paso del tiempo la arquitectura me permitió narrar, proyectar y construir estas historias. Ahora de la mano de las plantas aprendo sobre la paciencia, sobre la belleza del sentido vital. La observación de los ciclos que dirigen la naturaleza son la mayor lección de filosofía del habitar que he tenido en mi vida. 

 

Los jardines en continuo movimiento, emergiendo y ocultándose como la dahlia y la mirabilis o permaneciendo incansables frente al sol como los casahuates, nos muestran la fragilidad y la fortaleza que dan sentido a la existencia. Estoy convencido de que el cambio climático y los problemas medioambientales son el reto más importante al que nos enfrentamos actualmente, el jardín planetario nos necesita.